HOY SEÑOR…
Señor, hoy quiero hablar contigo. Siempre he deseado hablar
contigo.
Concédeme la luz y la paz interior para susurrarte lo que
me está pasando y sentirme escuchado por Ti.
Nunca me abandonaste.
En medio del dolor, siempre me fortaleciste y me diste
consuelo.
He alcanzado una sabiduría que no busqué, que me diste por
puro amor.
Hoy es tiempo de una gran prueba interior. Tu purificación
para conmigo la siento a flor de piel.
Te siento como el podador, estás arrancando de mi lo
que no sirve.
Sé, y con dolor experimento que estás preparando el terreno
para que ello suceda: una prueba aquí, una cruz allá, un disgusto aquí, una
obstinación acá, y mi fragilidad que me llena de miedos.
Estás revelando la toma de conciencia de mis propias
respuestas interiores para convertirme. Me llevas a lo más profundo de mí
mismo.
Lo primero que formaste de mi cuerpo fue el corazón, y sé
que a él solo se llega por el camino que Tú bien conoces.
Me sedujiste Señor, me estás llevando a lo íntimo de mi
corazón. Allí no tengo miedo, me siento seguro y muy cerca de ti.
Que me falte todo, eso no me interesa, sólo el amor me
mantendrá firme y fiel a Ti, y eso te suplico mi Señor. Que nunca me falte el
amor a Ti.
He deseado servirte, por eso fortaléceme Señor,
ten misericordia de mis debilidades. Quiero tu querer, aunque me duela y deba
romper mis proyectos.
Acepto de corazón lo que me sucede, sé que así Tú me
purificas, pues después de cada prueba experimento sanación y felicidad.
Sé que no seré defraudado, porque confío en Ti, descanso
como un niño en brazos de su madre. No porque desee yo estar así, sino porque
siento que Tú así me quieres proteger.
No sé como lo haces, sí sé que siempre triunfas y así
escapo como el pájaro de la trampa del cazador. ¡De tantas me sacaste y
salvaste!
Tu sabes que este sufrimiento es porque soy débil, yo sé
que es así, porque siempre me has protegido y nunca me faltó nada.
Gracias Señor. Aumenta mi fe y mi amor a Ti. No me sueltes
de tu mano. Tu Discípulo quiero ser.
Amén