sábado, 25 de enero de 2014

Misas recortadas

En los tiempos en que vivimos, muchos son los cristianos que carecen de una formación adecuada a la hora de poder participar de la Santa Misa o cualquier otra acción sagrada ya sea Adoración Eucarística, Rosario, Novenas, etc, en muchas parroquias que durante mucho tiempo se consideraron como "avanzadas" en materia litúrgica, vemos el real empobrecimiento de la misma, y atrás muy atrás quedan aquellas palabras que el Concilio Vaticano II dejo por escrito la constitución Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia en el numero 14: "La santa madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la liturgia misma y a la cual tiene derecho y obligación en virtud del bautismo, el pueblo cristiano", palabras y documentos que solo quedaron en eso en meras palabras escritas sobre un papel.
Mucho se habló y se habla, mucho se hace "bandera" de una "causa justa": La Participación del Pueblo en la Santa Misa.


Cosa que estoy de acuerdo, pero ¿hasta que punto esta participación activa debe existir? ¿hasta que punto?, días atrás antes de comenzar la celebración de la Misa dominical, estaba buscando los lectores para la misma, entre los primero que llegan a tiempo (5 minutos antes), me acerco a un feligrés y le digo podría leer la lectura y el salmo? como respuesta me da un si, porque le agrada participar ya que el sacerdote no tiene porque hacerlo todo. Revisa la lectura y cuando llega al salmo, exclama: ¡Tan largo!!!, no lo podríamos cortar? se podría leer solo la primer y la ultima estrofa y la antífona solo al principio, mire que todavía hay que leer la segunda....
Mi cara de asombro es más que de asombro, acaso podemos cortar, recortar y quitar aquello que nos nos agrada o que nos parece largo? Si la Santa Misa es la Acción Sagrada que se ofrece por Jesucristo al Padre, la podemos recortar? podemos dejar pasar por alto la Palabra de Vida que la Iglesia como Madre y Maestra nos ofrece como alimento de vida?, pues la respuesta es no, y un NO bien grande, porque la Santa Misa es el Sacrificio Perfecto y agradable a Dios Padre.



Por lo tanto la Misa no se recorta, ni se agrega, porque la misma es un "Tesoro" que debe ser resguardo y cuidado, y es deber nuestro, por lo tanto de "La Iglesia procura (procurar) que los cristianos no asistan a ese misterio de fe (la Eucaristía), como extraños y mudos espectadores, sino que, comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen consciente, piadosa y activamente en la acción sagrada, sean instruidos con la Palabra de Dios, se fortalezcan en la mesa del Señor, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la Hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con él" (SC 48).
Sin duda alguna la tarea es larga, muy larga, pero estoy convencido que vale la pena, porque hay un tesoro que nos fue arrebatado, ocultado, rebanado y afeado, al cual debemos devolverle la sencillez y dignidad que se merece, porque es Dios quien es alabado.

P. Felipe de Jesús dj

sábado, 4 de enero de 2014

Pastor de silbos amorosos

Pastor que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño;
tú que hiciste cayado de este leño
en que tiendes los brazos poderosos;
 
vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguirte empeño,
tus dulces silbos y tus pies hermosos.


 
Oye, Pastor, que por amores mueres:
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.
 
Espera, pues, y escucha mis cuidados;
¿pero cómo te digo que me esperes,
si estás, para esperar, los pies clavados?

Lope de Vega (1562-1635)

viernes, 3 de enero de 2014

ORACIÓN DE PETICIÓN DEL PAPA CLEMENTE XI

Creo en ti, Señor, pero ayúdame a creer con firmeza;
espero en ti, pero ayúdame a esperar sin desconfianza;
te amo, Señor, pero ayúdame a demostrarte que te quiero;
estoy arrepentido, pero ayúdame a no volver a ofenderte.
 
Te adoro, Señor, porque eres mi Creador;
te anhelo porque eres mi fin;
te alabo, porque no te cansas de hacerme el bien;
me refugio en ti, porque eres mi protector.
 
Que tu sabiduría, Señor, me dirija
y tu justicia me reprima;
que tu misericordia me consuele
y tu poder me defienda.
 
Te ofrezco, Señor, mis pensamientos: ayúdame a pensar en ti;
te ofrezco mis palabras: ayúdame a hablar de ti;
te ofrezco mis obras: ayúdame a cumplir tu voluntad;
te ofrezco mis penas: ayúdame a sufrir por ti.
 
Todo aquello que quieres tú, Señor, lo quiero yo,
precisamente porque lo quieres tú,
como tú lo quieras,
durante todo el tiempo que lo quieras.
 



Te pido, Señor, que ilumines mi entendimiento,
que fortalezcas mi voluntad,
que purifiques mi corazón
y santifiques mi espíritu.
 
Hazme llorar, Señor, mis pecados,
rechazar las tentaciones,
vencer mis inclinaciones al mal
y cultivar las virtudes.
 
Dame tu gracia, Señor, para amarte
y olvidarme de mí,
para buscar el bien de mi prójimo
sin tenerle miedo al mundo.
 
Dame tu gracia para ser obediente con mis superiores,
comprensivo con mis inferiores,
solícito con mis amigos
y generoso con mis enemigos.
 
Ayúdame, Señor, a superar con austeridad el placer,
con generosidad la avaricia,
con amabilidad la ira,
con fervor la tibieza.
 
Que sepa yo tener prudencia, Señor, al aconsejar,
valor en los peligros,
paciencia en las dificultades,
sencillez en los éxitos.
 
Concédeme, Señor, atención al orar,
sobriedad al comer,
responsabilidad en mi trabajo
y firmeza en mis propósitos.
 
Ayúdame a conservar la pureza de alma,
a ser modesto en mis actitudes,
ejemplar en mi trato con el prójimo
y verdaderamente cristiano en mi conducta.
 
Concédeme tu ayuda para dominar mis instintos,
para fomentar en mí tu vida de gracia,
para cumplir tus mandamientos
y obtener mi salvación.
 
Enséñame, Señor, a comprender la pequeñez de lo terreno,
la grandeza de lo divino,
la brevedad de esta vida
y la eternidad de la futura.
 
Concédeme, Señor, una buena preparación para la muerte
y un santo temor al juicio,
para librarme del infierno
y obtener tu gloria.
 
Por Cristo, nuestro Señor. Amén

jueves, 2 de enero de 2014

Oración confiada de san Claudio de la Colombière




Dios mío, estoy tan persuadido de que velas sobre todos los que en Ti esperan y de que nada puede faltar a quien de Ti aguarda todas las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno, descargando en Ti todas mis inquietudes. Ya dormiré en paz y descansaré, porque Tú, sólo Tú, has asegurado mi esperanza.

Los hombres pueden despojarme de los bienes y la reputación; las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de servirte; yo mismo puedo perder tu gracia por el pecado; pero no perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante de mi vida y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno para arrancármela. Dormiré y descansaré en paz.

Que otros esperen su felicidad de sus riquezas o de sus talentos; que se apoyen sobre la inocencia de su vida o sobre el rigor de su penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es mi confianza misma. Porque Tú, Señor, sólo Tú, has asegurado mi esperanza.

A nadie engañó esta confianza, ninguno de los que han esperado en el Señor ha quedado frustrados en su confianza. Por tanto, estoy seguro de que seré eternamente feliz, porque firmemente espero serlo y porque de Ti, Dios mío, es de quien lo espero. En Ti esperaré, Señor, y jamás seré confundido.

Bien conozco, y demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante; sé cuánto pueden las tentaciones contra la virtud más firme; he visto caer los astros del cielo y las columnas del firmamento; pero nada de esto puede aterrarme. Mientras mantenga firme mi esperanza me conservaré a cubierto de todas las calamidades; y estoy seguro de esperar siempre, porque espero igualmente esta invariable esperanza.

 Así, espero que me sostendrás en las más rápidas y resbaladizas pendientes, que me fortalecerás contra los más violentos asaltos, y que harás triunfar mi flaqueza sobre mis más formidables enemigos. Que me protegerás tanto de los éxitos como de los fracasos, esas dos horribles falacias del mundo...

Espero que me amarás siempre y que yo te amaré sin interrupción; y para llegar de una vez con toda mi esperanza tan lejos como puede llegarse, te espero a Ti mismo, Creador mío, para el tiempo y para la eternidad. Así sea.

San Claudio de la Colombière