jueves, 2 de enero de 2014

Oración confiada de san Claudio de la Colombière




Dios mío, estoy tan persuadido de que velas sobre todos los que en Ti esperan y de que nada puede faltar a quien de Ti aguarda todas las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno, descargando en Ti todas mis inquietudes. Ya dormiré en paz y descansaré, porque Tú, sólo Tú, has asegurado mi esperanza.

Los hombres pueden despojarme de los bienes y la reputación; las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de servirte; yo mismo puedo perder tu gracia por el pecado; pero no perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante de mi vida y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno para arrancármela. Dormiré y descansaré en paz.

Que otros esperen su felicidad de sus riquezas o de sus talentos; que se apoyen sobre la inocencia de su vida o sobre el rigor de su penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es mi confianza misma. Porque Tú, Señor, sólo Tú, has asegurado mi esperanza.

A nadie engañó esta confianza, ninguno de los que han esperado en el Señor ha quedado frustrados en su confianza. Por tanto, estoy seguro de que seré eternamente feliz, porque firmemente espero serlo y porque de Ti, Dios mío, es de quien lo espero. En Ti esperaré, Señor, y jamás seré confundido.

Bien conozco, y demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante; sé cuánto pueden las tentaciones contra la virtud más firme; he visto caer los astros del cielo y las columnas del firmamento; pero nada de esto puede aterrarme. Mientras mantenga firme mi esperanza me conservaré a cubierto de todas las calamidades; y estoy seguro de esperar siempre, porque espero igualmente esta invariable esperanza.

 Así, espero que me sostendrás en las más rápidas y resbaladizas pendientes, que me fortalecerás contra los más violentos asaltos, y que harás triunfar mi flaqueza sobre mis más formidables enemigos. Que me protegerás tanto de los éxitos como de los fracasos, esas dos horribles falacias del mundo...

Espero que me amarás siempre y que yo te amaré sin interrupción; y para llegar de una vez con toda mi esperanza tan lejos como puede llegarse, te espero a Ti mismo, Creador mío, para el tiempo y para la eternidad. Así sea.

San Claudio de la Colombière

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