sábado, 25 de agosto de 2012

Laus Deo



El pasado 22 de Agosto, solemnidad del Inmaculado Corazón de María, los Redentoristas Transalpinos realizaron su profesión publica de votos. Días antes, el 15 de Agosto, los mismos fueron erigidos como Instituto Religioso de Derecho Diocesano. 
Dios sigue escribiendo derecho su Historia de Salvación en renglones torcidos....

Necesitamos Fe



Fe. Necesitamos fe. Si se mira con ojos de fe, se descubre que la Iglesia lleva en sí misma y difunde a su alrededor su propia apología. Quien la contempla, quien la estudia con ojos de amor a la verdad, debe reconocer que Ella, independientemente de los hombres que la componen y de las modalidades prácticas con que se presenta, lleva en sí un mensaje de luz universal y único, liberador y necesario, divino (Pablo VI, alocución el 23-VI-1966).

Cuando oímos voces de herejía -porque eso son, no me han gustado nunca los eufemismos-, cuando observamos que se ataca impunemente la santidad del matrimonio, y la del sacerdocio; la concepción inmaculada de Nuestra Madre Santa María y su virginidad perpetua, con todos los demás privilegios y excelencias con que Dios la adornó; el milagro perenne de la presencia real de Jesucristo en la Sagrada Eucaristía, el primado de Pedro, la misma Resurrección de Nuestro Señor, ¿cómo no sentir toda el alma llena de tristeza? Pero tened confianza: la Santa Iglesia es incorruptible. La Iglesia vacilará si su fundamento vacila, pero ¿podrá vacilar Cristo? Mientras Cristo no vacile, la Iglesia no flaquerá jamás hasta el fin de los tiempos (S. Agustín, Enarrationes in Psalmos 103, 2, 5; PL 37, 1353).

Amar a la Iglesia;  El fin sobrenatural de  la Iglesia, punto 3
San Josemaría Escrivá de Balaguer

lunes, 20 de agosto de 2012

Amar a la Iglesia...


Hace falta hoy repetir, en voz muy alta, aquellas palabras de San Pedro ante los personajes importantes de Jerusalén: este Jesús es aquella piedra que vosotros desechasteis al edificar, que ha venido a ser la principal piedra del ángulo; fuera de El no hay que buscar la salvación en ningún otro: pues no se ha dado a los hombres otro nombre debajo del cielo, por el cual podamos salvarnos (Act IV, 11-12).

Así hablaba el primer Papa, la roca sobre la que Cristo edificó su Iglesia, llevado de su filial devoción al Señor y de su solicitud hacia el pequeño rebaño que le había sido confiado. De él y de los demás Apóstoles, aprendieron los primeros cristianos a amar entrañablemente a la Iglesia.





¿Habéis visto, en cambio, con qué poca piedad se habla a diario de nuestra Santa Madre la Iglesia? ¡Cómo consuela leer, en los Padres antiguos, esos piropos de amor encendido a la Iglesia de Cristo! Amemos al Señor, Nuestro Dios; amemos a su Iglesia escribe San Agustín. A El como a un Padre; a Ella, como a una madre. Que nadie diga: "sí, voy todavía a los ídolos, consulto a los poseídos y a los hechiceros, pero no dejo la Iglesia de Dios, soy católico". Permanecéis adheridos a la Madre, pero ofendéis al Padre. Otro dice, poco más o menos: "Dios no lo permita; yo no consulto a los hechiceros, no interrogo a los poseídos, no practico adivinaciones sacrílegas, no voy a adorar a los demonios, no sirvo a los dioses de piedra, pero soy del partido de Donato". ¿De qué sirve no ofender al Padre si El vengará a la Madre, a quien ofendéis? (S. Agustín, Enarrationes in Psalmos 88, 2, 14; PL 37, 1140). Y San Cipriano había declarado brevemente: no puede tener a Dios como Padre, quien no tiene a la Iglesia como Madre (S. Cipriano, o.c.; PL 4, 502).

En estos momentos muchos se niegan a oír la verdadera doctrina sobre la Santa Madre Iglesia. Algunos desean reinventar la institución, con la locura de implantar en el Cuerpo Místico de Cristo una democracia al estilo de la que se concibe en la sociedad civil o, mejor dicho, al estilo de la que se pretende que se promueva: todos iguales en todo. Y no se convencen de que, por institución divina, la Iglesia está constituida por el Papa, con los obispos, los presbíteros, los diáconos y los laicos, los seglares. Eso lo ha querido Jesús.



Extraído del libro;: Amar a la Iglesia , de San Josemaría Escrivá de Balaguer.
El fin sobrenatural de la Iglesia; punto 13

martes, 7 de agosto de 2012

Ir a Nuestra Señora


Decía San Josemaría Escrivá de Balaguer en una de sus meditaciones del libro llamado Forja:

Dirígete a la Virgen, y pídele que te haga el regalo —prueba de su cariño por ti— de la contrición, de la compunción por tus pecados, y por los pecados de todos los hombres y mujeres de todos los tiempos, con dolor de Amor.

Y, con esa disposición, atrévete a añadir: Madre, Vida, Esperanza mía, condúceme con tu mano..., y si algo hay ahora en mí que desagrada a mi Padre-Dios, concédeme que lo vea y que, entre los dos, lo arranquemos.

Continúa sin miedo: ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen Santa María!, ruega por mí, para que, cumpliendo la amabilísima Voluntad de tu Hijo, sea digno de alcanzar y gozar las promesas de Nuestro Señor Jesús.


Cuan actual son estas palabras que nos vienen de la mano de este santo. Cuanta necesidad tenemos de recurrir con animo confiado a Nuestra Señora, ponernos en sus manos maternas para que Ella nos lleve al corazón de su Hijo Jesús.
Faltan muy pocos dias para celebrar la Solemnidad de la Asunción de Nuestra Señora, se nos presenta la oportunidad de recurrir a Ella, de confiar en Ella, de dejar en sus manos todo aquellos que nos impide llegar hasta Él, no tengamos miedo y vallamos al regazo de Nuestra Señora.

Hno Felipe de Jesús dj