"Volviendo en sí, dijo: 'Me levantaré, volveré junto a mi Padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo'". (Lc. 15, 17-18)
El Salvador, Teótimo, es una luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo.
Varios viajeros, hacia el mediodía de un día de verano, se pusieron a dormir a la sombra de un árbol; pero, mientras con el cansancio y la frescura de la sombra estaban durmiendo, el sol fue avanzando hacia ellos, dándoles de plano su fuerte luz en los ojos y el calor, que atravesaba los párpados, les obligó dulcemente a despertarse; unos, al despertar, se levantaron con presteza y fueron a cobijarse en la posada. Los otros, no solamente no se levantaron, sino que volviéndose de espaldas al sol, se calaron los sombreros hasta los ojos y pararon el día durmiendo; al llegar la noche quisieron ir a la posada, pero se perdieron, unos por aquí otros por allá, en el bosque, a merced de los lobos y otras alimañas.
Dime, por favor, Teótimo, ¿no es verdad que los que fueron a la posada debieran estar muy agradecidos al sol, o hablando más cristianamente, al Creador del sol? Desde luego, pues nunca se hubieran despertado a tiempo; el sol les hizo ese favor y , con un cariñoso sermón de claridad y de calor, les vino amablemente a despertar.
Cierto es que ellos no le ofrecieron resistencia, pero también el sol les ayudó mucho a no resistirse por la dulzura con que vino a derramar su luz sobre ellos, haciéndose entrever a través de los párpados; y también por su calor, por su amor, les abrió los ojos obligándoles a ver su luz.
Esto es lo que quiero decirte, Teótimo. Todos los hombres son viajeros en esta vida mortal; casi todos estamos voluntariamente adormilados en el pecado, y Dios, sol de justicia, lanza sobre nosotros, suficiente y abundantemente los rayos de sus inspiraciones.
¡Oh, qué ocasión de regocijarse tienen aquellos que, una vez atraídos y conquistados, siguen la inspiracion!
San Francisco de Sales
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