Somos testigos de un nuevo renacer en la Vida de Piedad de muchos de nuestros fieles, la Santa Misa se comienza a vivir de otra manera, es decir a vivir como siempre tendría que haber sido y no como nos la hicieron entender en el post-concilio.
Este renacer se debe gracias al ejemplo que el mismo Santo Padre Benedicto XVI, nos está dando. El mismo en la Celebración de la Santa Misa que él celebra nos da un claro ejemplo de la manera que los sacerdotes deberíamos celebrar el Santo Sacrificio del Altar. La disposicion del Altar, el uso de ornamentos dignos, la distribución de la Santa Comunión de rodillas, a quienes se acercan a comulgar de su mano.
Todas estas cosas, hacen a que los sacerdotes pongamos nuestros ojos en el ejemplo del Santo Padre, y como una vez expreso Mons. Giovanni d´Ercole, obispo auxiliar de L´Aquila : “Es necesario mirar a la Iglesia con ambos ojos, como he
dicho en televisión. Un ojo sobre el Papa; el otro sobre el obispo y el
párroco. Si el obispo y el párroco dicen lo mismo que el Papa, existe la
unidad. La falta de unidad hace mucho daño a la Iglesia. Si el obispo
no dice lo mismo que el Papa, me viene el estrabismo. ¡Y entonces yo
miro sólo al Papa!”
Hoy una religiosa, me reclamo que yo no propago el recibir la comunión en la mano (nunca lo hice) y si en cambio propago el recibir la comunión de rodillas, y valla que de esto no dije nada solo el claro ejemplo que dan mis hermanos de comunidad postulantes (de entre 12 y 18 años) al recibir la comunión de rodillas y con suma piedad, y al hacerlo ellos mucha gente comenzó a hacerlo de la misma manera. Le explique a la religiosa con claros ejemplos porque en lo personal creo que lo mejor manera de recibir a Jesús no es en la mamo, sino en la boca... de todos modos creo que no me entendió, y en esto prefiero mirar al Santo Padre, y tener "estrabismo eclesial" .
“Mientras la reforma daba sus primeros pasos, a veces no se percibió de manera suficientemente clara la relación intrínseca entre la santa Misa y la adoración del Santísimo Sacramento. Una objeción difundida entonces se basaba, por ejemplo, en la observación de que el Pan eucarístico no habría sido dado para ser contemplado, sino para ser comido. En realidad, a la luz de la experiencia de oración de la Iglesia, dicha contraposición se mostró carente de todo fundamento. Ya decía san Agustín: «Nadie come de esta carne sin antes adorarla, pecaríamos si no la adoráramos». En efecto, en la Eucaristía el Hijo de Dios viene a nuestro encuentro y desea unirse a nosotros; la adoración eucarística no es sino la continuación obvia de la celebración eucarística, la cual es en sí misma el acto más grande de adoración de la Iglesia. Recibir la Eucaristía significa adorar al que recibimos. Precisamente así, y sólo así, nos hacemos una sola cosa con Él y, en cierto modo, pregustamos anticipadamente la belleza de la liturgia celestial” ( Sacramentum Caritatis n. 66).
Hno Felipe de Jesús dj
Hoy una religiosa, me reclamo que yo no propago el recibir la comunión en la mano (nunca lo hice) y si en cambio propago el recibir la comunión de rodillas, y valla que de esto no dije nada solo el claro ejemplo que dan mis hermanos de comunidad postulantes (de entre 12 y 18 años) al recibir la comunión de rodillas y con suma piedad, y al hacerlo ellos mucha gente comenzó a hacerlo de la misma manera. Le explique a la religiosa con claros ejemplos porque en lo personal creo que lo mejor manera de recibir a Jesús no es en la mamo, sino en la boca... de todos modos creo que no me entendió, y en esto prefiero mirar al Santo Padre, y tener "estrabismo eclesial" .
“Mientras la reforma daba sus primeros pasos, a veces no se percibió de manera suficientemente clara la relación intrínseca entre la santa Misa y la adoración del Santísimo Sacramento. Una objeción difundida entonces se basaba, por ejemplo, en la observación de que el Pan eucarístico no habría sido dado para ser contemplado, sino para ser comido. En realidad, a la luz de la experiencia de oración de la Iglesia, dicha contraposición se mostró carente de todo fundamento. Ya decía san Agustín: «Nadie come de esta carne sin antes adorarla, pecaríamos si no la adoráramos». En efecto, en la Eucaristía el Hijo de Dios viene a nuestro encuentro y desea unirse a nosotros; la adoración eucarística no es sino la continuación obvia de la celebración eucarística, la cual es en sí misma el acto más grande de adoración de la Iglesia. Recibir la Eucaristía significa adorar al que recibimos. Precisamente así, y sólo así, nos hacemos una sola cosa con Él y, en cierto modo, pregustamos anticipadamente la belleza de la liturgia celestial” ( Sacramentum Caritatis n. 66).
Hno Felipe de Jesús dj
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